Cien años después: Nacional y la sangre de Abdón Porte

Hay un pedazo de terreno cubierto de césped verde entre los muros del Gran Parque Central, en Uruguay, que se puede escoger a través de las ventanas de unas viejas casas, que dan al estadio. Cada semana ese pedazo de cancha es pisoteado indiferentemente por el Nacional, dueño de ese estadio, y por sus adversarios. Pero por los del club de Montevideo y por Abdón Porte ese césped vale y valió la vida.
De hecho el 5 de marzo de hace un siglo atrás, de 1918, sobre ese pedazo se acostó El Capitan del Nacional, un hombre alto, técnicamente perfecto, que jugaba duro pero limpio, un líder indiscutible, un ganador. Se arrodilló después de haber ganado y celebrado el desafío entre Nacional y Charley, tomó una pistola, miró su corazón y se tiró una bala exactamente ahí.

Abdón Porte se quitó la vida, cuando por delante seguramente tenía más de la que ya había vivido.

Desde el día de su suicidio, caso único en la historia del fútbol mundial, tantas son las historias que se han transmitido para justificar su acción. Porte se ha llevado con él la verdad pero dejó unas pistas, que permitieron confirmar la versión que los hinchas del Nacional defienden con orgullo: Porte se mató cuando entendió que no habría podido más defender los colores de su equipo, de su gente.

«En los años tantas ilaciones se siguieron sobre las reales motivaciones que lo llevaron al suicidio, pero no son ciertas – así cuenta a MondoFutbol Ignacio Pou, integrante de la Comisión de Historia del Nacional -. Se cuenta que haya decidido de matarse por haber perdido su titularidad con el equipo, pero no es verdad. No había perdido esto. El problema es que Porte había empezado a darse cuenta que no podía más estar al paso».
Versión apoyada también por un episodio que cuenta un sobrino, nieto del hermano de él, Juan. «Me dijo que la mañana del dia antes de matarse, Juan estaba en el tambo cuando llegó Abdón, diciéndole que le tenía que contar algo pero no le salían las palabras. Juan insistió y Porte le mostró la rodilla, esa famosa rodilla. Se la hizo tocar a su hermano y empezó a quejarse: la sentía duro, no podía moverla. Entonces Juan le prometió que la semana siguiente habrían ido hacia la playa por unas terapias: un poco de agua y un poco de arena en la pierna. Eran esos los medicamentos de esa época. Y en ese entonces fue cuando Porte le dijo que para él la vida sin poder defender a Nacional no tenía sentido. Juan trató de convencerle que, aunque no pudiendo jugar al fútbol, habría podido tener cualquier otro papel en el club. Porte simplemente contestó:

No, yo al Nacional lo defiendo en la cancha. Si no puedo jugar, entonces mañana mismo me pego un tiro.

Una decisión extrema por alguien como Porte que había tenido como único sueño el de jugar al fútbol. Al comienzo del siglo XX, en Sudamerica, por las calles se podían contar más canchas de fútbol que casas pero el football seguía siendo un deporte destinado a la aristocracia. Para los menos acomodados, y entre estos estaba Porte, nacido en Durazno y hermano de un lechero, las puertas estaban cerradas.

Fue cuando los representantes populares del Nacional lograron echar del club a los de la clase social alta que las cosas cambiaron. Los más poderosos fundaron el Bristol mientras que los talentos de la calle empezaron a poder vestir los colores del Nacional. Porte hay jugó de «centro-half», foco del juego y líder. Un lazo lo entre el jugador y el club técnico pero también emotivo. «Defendía con tanta fuerza y amor la camiseta del Nacional – observa Pou – que se lesionó a la rodilla en un clásico contra Peñarol, pero se quedó en la cancha porqué no habían más cambios. Siguió corriendo y esto empeoró mucho su lesión».

Exactamente esa misma rodilla le costó mucho al Indio y marcó su carrera y su existencia.

Después de 100 años, de él han quedado unas manchas de sangre y un gran parche, cosido sobre el corazón, no por causalidad, de los hinchas del Nacional. El fútbol cambió, las banderas fueron ya bajadas y otros Porte no han nacido. Por esto el club y los hinchas lo recuerdan cada semana con una clara bandera ‘Por la sangre de Abdón’ y quedan otros rastros dentro del estadio, como nos cuenta Pou: «Antes de subir a la cancha del Parque Nacional se encuentra pintado en el techo del tunel ‘Aquí dejó la vida Abdón Porte por amor de la camiseta’. Por la gente es un orgullo, los emociona esta demostración de amor porqué de más grandes no puede haber. La parte más conmovedora es seguramente el suicidio, pero la gente lo recuerda también porque fue un gran jugador, un verdadero capitán, un compañero que todos querían y un líder en el vestuario».

De toda manera Abdón Porte habría podido escribir la historia del fútbol uruguayo porque era un ganador. El palmarés cuenta que el clásico contra el Peñarol para él fuese una cita con la victoria e informa de 19 copas, como la Copa América 1917. Del Indio igualmente se habría hablado por aquello que mostraba en la cancha pero el ruido de su rodilla le abrió la proyección de un futuro sin botines, sin Nacional, el club que lo acompañó hasta el fin. Porte dejó dos cartas, de las cuales una para José María Delgado, presidente del club en esa época, y a él le pidió de ser enterrado donde los hermanos Céspedes, ídolos del equipo de Montevideo. Desde aquel momento pasaron 100 años, miles de goles, más de cien títulos nacionales e internacionales, un Luís Suárez, unos cuantos Diego Godín y un Marcelo Gallardo, pero de toda manera quedó Abdón Porte, porqué si no se olvida una camiseta mojada por el sudor, imagínese una empapada de sangre de alguien que se ha sacrificado.

 

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Imagen de portada ©DR
Imagen camiseta conmemorativa ©nacional.uy
Foto murales ©bolsosencatalunya.com
Imagen homenajen ©pasiontricolor.com.uy