Abel Rojas explica la revolución de Marcelino en Valencia

Ahora mismo, no hay un equipo en España que, en cuanto a su acabado táctico, esté a la altura del Valencia. Marcelino García Toral ha diseñado un sistema que respeta gran parte de los principios defensivos que siempre han definido a sus obras y ha sacrificado alguno que otro para, en compensación, dotar a su ataque de una fluidez y una variedad que hacen de este proyecto el de mayor vuelo que haya podido liderar. Los chés asustan.

Marcelino es un devoto del 4-4-2 y, en contra de quienes dicen que el dibujo no importa, defiende la supremacía de su predilecto argumentando no pocos motivos.

El de máxima relevancia, que, en su opinión, se trata de un esquema que da cabida a todos los perfiles técnicos posibles. Del mismo modo que encajar a Suso en un 3-5-2 o a Cassano en un 4-3-3 puede albergar dificultades; cualquier tipo de jugador es válido para el módulo que relanzó Sacchi.

Y lo que el técnico asturiano ha hecho para llevar su idea hacia una nueva dimensión ha sido juntar y compatibilizar a muchos futbolistas con capacidad para crear. Y es que el Valencia crea incluso a partir de su fase defensiva. Al disponer de físicos tan privilegiados como los de Kondogbia, Gabriel y Murillo, Marcelino ha impreso un sello activo en su fase defensiva que le está ayudando a llevar la iniciativa siempre. Con sus presiones bien seleccionadas, es el Valencia quien determina el ritmo al que se disputa el encuentro y lo eleva a velocidades altas porque, por físico y por técnica, sus chicos están más preparados que la mayoría de sus rivales para competir así.

Marcelino lo tiene clarísimo: no quiere ni un segundo de tranquilidad para su oponente.

Por supuesto, esto le está costando un poco de fiabilidad atrás; siempre va a ser más fácil protegerse en espacios reducidos que en espacios abiertos; pero le está compensando con creces, ya que el impacto de la medida en su transición defensa-ataque está siendo espectacular. Hablar de la organización con balón del Valencia CF es hacerlo sobre Dani Parejo, que es quien se está encargando del primer pase y, desde el mismo, cargando de sentido las ofensivas chés.

El capitán no se dedica a pasar por pasar, no le interesa mostrar la hoja estadística y acreditar un gran porcentaje de acierto en el pase (algo muy de moda en España), sino que se enfoca a adelantarse al juego y orientar la posesión hacia donde va a surgir la ventaja unos segundos después.

Parejo piensa en el jaque mate pero como un ajedrecista profesional: a varios turnos vista.

Y esto está resultando capital para que los dos grandes talentos ofensivos de Marcelino, que son los jóvenes Gonçalo Guedes y Carlos Soler, marquen la diferencia con una letalidad y una frecuencia de súper cracks. Guedes y Soler son regalos que Marcelino se ha auto-hecho. Él sabe que ninguno de los dos es capaz de realizar el trabajo defensivo que otrora pedía a los volantes externos de su 4-4-2, pero paga el peaje a gusto porque acepta que lo necesita para trascender. Para ir más allá. Sin dos jugadores con esa magia – magia, además, concebida de dos maneras muy distintas -, no se puede puntuar en España a ritmo de campeón. Son indispensables.

Guedes es el volante que cumple funciones de extremo. Su misión principal es convertir el contraataque del Valencia en un arma poderosa, y a fe que lo está consiguiendo. Su rapidez en la conducción no está reñida con la precisión de la misma; pero si eso resulta interesante, mucho más lo es su extraordinaria capacidad de desmarque.

El joven, quizá, más prometedor de la nueva camada lusa posee un instinto especial para el desmarque que le lleva a trazar movimientos larguísimos repletos de coherencia.

Arranca en un costado y, perfectamente, puede acabar el pico del área del lado contrario. Este tipo de movimiento implica en su seguimiento a tres o cuatro zagueros, generando un caos posicional que Zaza y Rodrigo, en principio las individualidades de menor potencial del once titular, están explotando porque astucia para operar en contextos favorables les sobra a ambos. Al italiano más cerca del punto de penalti y al hispano-brasileño, próximo a la frontal del área. Los dos están firmando el mejor curso de sus respectivas carreras. Con la inestimable cooperación del niño Carlos Soler, que es el volante que cumple tarea de interior y también de mediapunta. Su importancia es total tanto para la doble punta como para el doble pivote.

Uno de los problemas que ha sufrido Parejo a lo largo de su carrera reside en que casi nunca gozó de un compañero que estuviera especializado en el juego entre líneas. Así, como consecuencia, su pase vertical quedaba neutralizado por las limitaciones de su propio conjunto. Con Soler, Parejo puede explotarlo y para pivotar sobre la posesión e ir escalando metros a medida que sigue controlando el juego. ¿Y qué queda por aportar acerca del servicio del canterano hacia Zaza y Rodrigo si se expone su maravillosa creatividad de cara a generar ocasiones de gol con envíos al hueco, centros al área o pases de la muerte? Es una máquina de fabricar unos contra uno para el resto.

Marcelino García Toral ha creado en tiempo récord un sistema que produce beneficios tanto en defensa como en ataque.

Para ello, se ha despegado de algunas de sus reglas y ha mostrado una versatilidad que en el fútbol de hoy es imprescindible. Y lo mejor es que lo ha conseguido sin que su equipo deje de parecer suyo. Este Valencia pinta genial.

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